Queridos y queridas amantes del Ajo y la Sal, esta, es la historia de como una chica a la que le rompieron el corazón decidió crear una marca de ropa, pedirle ayuda a todos sus amigos y conocidos, llorar, desesperarse, morirse de la risa, morirse del estrés, de la angustia, de la pena, del ridículo, del miedo y del amor, porque si señores me volví a enamorar ( y ando feliz como una lombriz ); Pero sobre todas las cosas, es la historia de una chica que se permitió vivir la vida creativa de sus sueños, con pesadillas incluidas, pero eso sí, siendo ella la protagonista.
Me presento ante ustedes: Mi nombre es Dora Cecilia Imitola Avila, tengo 28 años, de Cartagena, CO. Soy la creativa y malabarista de esta marca de ropa. En este primer post me gustaría contarles sobre la mejor forma de amar que conozco: Crear una marca de ropa de 0, construir un ADN y una estética específica, armarse un equipo de personas feroces, valientes y creativas en la ciudad de sus raíces, confeccionar a la altura del mercado de moda internacional, recibir ayuda de todos y tratar de no morir en el intento.
Aquí les va:
“ Todo empezó, hace más de 2 años, a ella, le habían roto el corazón, estaba fuera del país, no sabía qué hacer con su vida, ni con todo el ingenio y la creatividad con la que la providencia la había premiado, sin darse cuenta, se había perdido de ella misma hace un tiempo, con implicaciones más que suficientes para tomar la determinación de querer ser la mujer que ella siempre había querido. No sabía por donde empezar, pero estaba segura de una cosa: ¡Sabía que merecía más!
En lo más profundo de su corazón, mientras comía hamburguesas gringas llenas de sodio y grasa, pero ricas en sabor y libertad, extrañaba el patacón, la arepa de huevo y la comida de su tierra, la bulla de los domingos, la algarabía de la cotidianidad, extrañaba todo lo que le daba identidad, añoraba volver, después de algunos años lejos de la costa.
Desde pequeña siempre supo que quería una marca de ropa, le había costado desde sus 21 hasta sus 26 aprender el oficio del diseño, el merchandising y las múltiples formas de comunicar que existen en la industria de la moda, porque entendió que para ser maestra en algo, primero debía ser aprendiz. Ella sabía que lo que quería era poder comunicar a través de un algo sin nombre y sin forma todavía, un mensaje fuerte, claro y potente, que atravesara todas las puertas, ventanas y paredes de madera y cemento, un mensaje que retumbaba en su cabeza: ¡TÚ MERECES MÁS! Algo que pudiera condensar quien era ella, y su historia, la de su familia, la de su barrio, la de todos los barrios, la de todas las familias, la de las mujeres, y la de Cartagena.
Así, fue como nació el espíritu de este proyecto, sentía que su ciudad, ella misma y todas las personas que conocía no se amaban lo suficiente, y sabían en el fondo que merecían más. Si bien, era porque nunca nadie les había enseñado como era vivir desde el amor, como era relacionarse sanamente con las personas y sobre todo con uno mismo.
A partir de ese entonces, y después de meses de terapia psicologica, otro viaje en condiciones de sueño americano temporal para buscar dinero, y después de estar un periodo de tiempo sola, entendió que lo que merecía estuvo siempre en su interior. No tenía que ir a ningún lado, no tenía que brincar de pie en pie, de ciudad en ciudad, de país en país, de hombre en hombre, de amiga en amiga, ni de casa en casa. Lo que necesitaba era zambullirse dentro. Y así, comprendió que lo que más anhelaba en el centro de su ser, era estar cerca del sol que la incendiaba por dentro: Cartagena. Cerca de su padre y su madre, cerca de su mar y cerca de todo lo que representaba, fuera bondadoso o no.
Por deseos del destino universal, volvió a su ciudad, después de peregrinar mientras aprendía el arte de confeccionar, diseñar y comunicar. Algo la hizo volver, algo invadió su corazón y le indico que allí era el mejor lugar para poner los pedazos juntos, y hacer crecer la idea de sus sueños. Ni la intuición, ni la providencia se equivocaron, ese era el camino que Dora debía transitar. Por misterioso que parezca, el universo mueve el cosmos a su antojo, y nosotros, pequeños átomos humanos insignificantes y al mismo tiempo relevantes, llegamos a tomar decisiones impulsadas por los más profundos deseos del corazón; A lo mejor el polvo de estrellas que llevamos dentro, nos guía y nos ilumina, a lo mejor el polvo de estrellas llevo a Dora de regreso a Cartagena, y sin saberlo compartió al lado de su padre, su último año de vida. ”
Con el aliento adentro del pecho y exhalando todo el amor que puedo mientras escribo, comprendo que la vida tiene sus artimañas y sus modos, y la misión de mi padre en esta vida, más allá de sus grandes hazañas y logros, fue sembrar en mí una semilla de vida y creación. No me quedo de otra que seguir regándola, aunque él ya no estuviera para verla florecer. Luego de su partida, me amarre los pantalones y empecé a entender con ojos universales el ciclo circular de vivir y morir, de renacer y perecer. Entendí que el proceso creativo es lo mismo, que todo en la vida y en la existencia tiene un principio y un final, y cada final tiene un principio. Esta vida mía como la de los demás que quedamos aquí, tenía un nuevo comienzo, un nuevo capítulo, y era mi turno de hacer contar cada trazo y cada minuto al escribir.
Desde ese diciembre valoré tanto su vida en la mía, cada vez que abría y cerraba los ojos, tanto, que decidí que el amor sería el motor y la fuente de mi existencia; Entendí que el mejor legado de su vida en la mía: Era vivir con ímpetu y convicción, me amaría y amaría su recuerdo, su filosofía y sus enseñanzas: Estaríamos juntos eternamente en la conciencia del pasado, presente y futuro.
Después de todo, Amar es un verbo, e implica acción. No solo lo llevaría en mi memoria, también debía llevarlo conmigo en cada acto: Y yo, decidí amarme, empresa nada sencilla, porque ser fiel a uno mismo, entre otras cosas, es quizá de las hazaña más valiente que cualquiera podría emprender.
Todo parecería sombrío si la resiliencia no hubiera enseñado sus narices en la puerta de mi casa, porque una vez mas la vida me había achicharrado el corazón. Pero la oportunidad de vivir a plenitud, exponencialmente y a full color, no podía ser ignorada. No si quería honrar la vida y obra de mi padre.
Desde entonces, me determine en encontrar otra forma de unir los pedazos de mi corazón, fiel siempre a mi esencia, pero esta vez incluyendo los pedazos de él, que habían quedado regados en el aire, puestos para todos los que hicieron parte de su vida. Yo tome mi parte, me la pegue atornillada en el pecho, me remangue las mangas, y cree a Ajo y Sal.
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